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Consideraciones generales sobre la violencia psicológica
La violencia psicológica es un gran problema en la sociedad y afecta a millones de personas en todo el mundo. Suele ocurrir entre cuatro paredes, sin testigos, pero puede afectar a varias personas a la vez. Es un acto de prepotencia y arrogancia difícil de combatir.
El hecho puede producirse en los entornos más diversos y de muy distintas formas, pero siempre está relacionado con una posición de poder del agresor en relación con la víctima. Así, el agresor se aprovecha de esta posición para intimidar, coaccionar y presionar a la víctima con el fin de conseguir un objetivo, a menudo ilegal o inmoral.
Sin embargo, a pesar de la gravedad del problema, rara vez se denuncian los casos. Además, suele implicar amenazas y manipulación, y el acto se produce en el seno de la familia o en el lugar de trabajo, donde la víctima tiene una relación estrecha con el agresor. Sigue leyendo y obtén más información sobre la violencia psicológica.
Violencia psicológica, consecuencias e impactos
Además de ser un aviso de posible violencia física, la violencia psicológica provoca problemas de carácter social y sanitario. La víctima se ve perjudicada no sólo psicológicamente, sino en todos los aspectos de su vida. Vea más en los siguientes bloques!
Qué es la violencia psicológica
La violencia psicológica puede definirse como cualquier acto dirigido contra una persona que incluya la amenaza, el insulto y la humillación, pública o no. Además, el aislamiento social, la restricción de los derechos civiles y la manipulación son también ejemplos de actos de violencia psicológica.
En este sentido, la víctima de la violencia psicológica se enfrenta a enormes dificultades y, en general, hace todo lo posible por ocultar o camuflar su situación. La vergüenza y la impotencia dominan su mente, haciéndola incapaz de esbozar una reacción que pueda interrumpir el proceso.
Las consecuencias de la violencia psicológica
Una característica de la violencia psicológica es que también provoca problemas que se manifiestan físicamente, como el desánimo, los cambios de peso y de humor, el insomnio y los dolores de cabeza. Sin embargo, las consecuencias no se limitan sólo al aspecto físico, ya que, dependiendo de la gravedad, comprometen la vida de la víctima de forma integral.
En efecto, la víctima de la violencia psicológica puede, en los casos más graves, pasar a depender totalmente del agresor, que empieza a ordenar los actos que la víctima puede o no cometer. Las consecuencias pueden variar según la intensidad del acto y la personalidad de la persona, así como del agresor, pero siempre serán muy graves.
Repercusiones de la violencia en la salud
La interacción entre los aspectos físicos y psicológicos del cuerpo humano es bien conocida. Por lo tanto, una acción psicológica puede comprometer la parte física, y lo mismo puede ocurrir en sentido contrario. En este sentido, los impactos de la violencia psicológica están presentes no sólo emocionalmente, sino también físicamente.
Además, el hecho puede ser analizado como un problema de salud pública, ya que genera muchos gastos para el Estado. En cualquier caso, es un problema de carácter grave, que debe ser combatido con medidas drásticas, que aumentarían mucho más si todos los casos fueran revelados y denunciados.
Repercusiones de la violencia en el mercado laboral
Aunque no se produzca la agresión física que deja marcas o fracturas visibles, la violencia psicológica también provoca pérdidas económicas de carácter grave, tanto para la víctima como para las empresas y el Estado. De hecho, es un hecho que perjudica a toda la sociedad.
El mercado laboral nota las consecuencias a través de los certificados médicos que justifican las ausencias, la baja productividad, las crisis emocionales durante la jornada laboral, etc. Al mismo tiempo, muchas víctimas simplemente abandonan su trabajo, bien porque no pueden trabajar o porque el agresor se lo impone.
Los diferentes tipos de violencia psicológica
Las formas en que se manifiesta la violencia psicológica pueden variar mucho, pero es posible identificar las más comunes. Son: amenazas, insultos, intimidación, humillación, privación de libertad, manipulación y restricción de derechos, por nombrar algunas. Siga el texto para ver en detalle estos y otros tipos.
Las amenazas
Aunque la amenaza sea un delito previsto en el código penal, su tipificación es muy difícil, lo que dificulta también la apertura de una investigación y aún más la condena. Las dificultades no hacen sino aumentar cuando se producen en un entorno familiar o funcional.
Una amenaza entre personas es cualquier acto, gesto o palabra que imponga miedo a otra persona, y suele apoyar una orden o una petición de algo que no se haría de forma natural. Las amenazas ya configuran un estadio avanzado cuando se trata de violencia psicológica.
Los insultos
El acto de insultar a alguien consiste en pronunciar palabras o gestos de carácter ofensivo para su moral y dignidad. Es un acto vil y cobarde porque, en la gran mayoría de los casos, la persona insultada no tiene condiciones para defenderse, por lo que el acto indica la personalidad arrogante y prepotente del agresor.
Los insultos sirven como aviso de una violencia psicológica que ya está en marcha, pero que aumentará en intensidad si no se detiene a tiempo. Se puede decir que el insulto es una de las primeras situaciones visibles en el proceso de violencia, pero no debe quedar impune.
Las humillaciones
La humillación es una actitud de degradación, así como la desvalorización de alguien. El acto puede comenzar en entornos privados, pero pronto también ocurre en lugares públicos. La humillación suele ser en forma de burla, pero el significado es siempre claro.
La violencia psicológica se caracteriza cuando la humillación se convierte en algo habitual y sin motivo aparente, convirtiéndose en un hábito por parte del agresor. La víctima, normalmente indefensa, se muestra sumisa ante el agresor en cualquier circunstancia y situación.
Las manipulaciones
Manipular a alguien significa actuar de forma sutil y camuflada, en el sentido de influir en esa persona para que haga algo, para que obedezca sin rechistar o incluso para que cambie radicalmente su comportamiento. Hay varias técnicas de manipulación que pueden utilizarse solas o combinadas.
Así pues, la manipulación es un método reconocidamente deshonesto y explotador, por lo que se clasifica como una forma de violencia psicológica. El agresor puede manipular a la víctima mediante información falsa, intimidación sutil y atribución de culpabilidad inexistente, entre otros métodos sórdidos.
Aislamiento social
El aislamiento social es una forma de violencia psicológica grave que tiene una particularidad interesante. En otras palabras, el aislamiento social rara vez está solo en un caso típico de violencia psicológica.
Por lo tanto, el aislamiento social también puede considerarse como un encierro privado, según las circunstancias. El objetivo es aislar a la víctima, que se volverá cada vez más frágil y dependiente del agresor. Con el aislamiento, el agresor facilita la labor de control y dominio de la víctima.
La limitación de los derechos
Los medios para cometer y perpetuar la violencia psicológica son muchos y varían según la imaginación y el grado de perversidad del agresor. Así, es habitual la restricción de derechos como el de ir y venir o el derecho a la libertad, que también se quitan como forma de limitar los recursos de reacción de la víctima.
Cuando hablamos de limitación de derechos, el problema es como una bola de nieve en caída libre, en la que la limitación del derecho básico a moverse por donde uno quiera implica la pérdida de varios otros. Así, a la víctima se le puede prohibir usar el teléfono y recibir algunas visitas en su casa, por ejemplo.
Distorsión de los hechos y ridiculización
Los hechos más preocupantes en los casos de violencia psicológica son los relacionados con las distorsiones de los acontecimientos, así como la exposición de la víctima al ridículo y a lo grotesco, lo que, cuando la víctima ya está debilitada, puede conducir a la locura mental en los casos más complejos.
Por lo tanto, es un tipo de actitud que revela no sólo una mente criminal, sino también una personalidad cruel y metódica a la hora de hacer el mal. Tal acción, cuando está bien planificada, lleva a la víctima a cometer actos de pura desesperación.
Determinación legal, cómo denunciar y cómo ayudar a las víctimas de la violencia psicológica
La violencia psicológica ya está tipificada como delito en la Ley Maria da Penha, pero el código penal también prevé delitos como la amenaza, la difamación y la calumnia y la prisión privada, todos los cuales pueden desencadenarse en casos como éste. Entiende cómo denunciar y colabora en el apoyo a las víctimas!
Qué hacer si se es víctima de violencia psicológica
El delito de violencia psicológica puede cometerse de forma tan sutil y camuflada que la víctima suele tardar en darse cuenta. Además, el agresor suele vigilar a su víctima para tener un mayor control. Lo ideal es alejarse de una vez y buscar un lugar seguro entre familiares o amigos.
Un error muy común es confiar en las promesas de cambio que sólo se producen en los primeros días. Por eso, en los casos más graves, lo mejor es huir con la denuncia inmediata y, si se puede, intentar reunir alguna prueba del delito. Hay una red de apoyo especializada que debe buscarse.
Lo que dice la ley sobre la violencia psicológica
La violencia psicológica se da en cualquier género, pero las mujeres son las principales víctimas. El delito está calificado en el código penal, en la Ley Maria da Penha, y prevé penas de prisión de hasta dos años y multa. Sin embargo, es un delito difícil de probar y la legislación brasileña es muy ineficiente al respecto.
En el caso de que el agresor sea la pareja conyugal, es posible solicitar medidas de protección para forzar el distanciamiento entre víctima y agresor. La ley determina el apoyo y el acogimiento de las víctimas, que debe solicitarse a las autoridades, tras la denuncia.
Cuándo denunciar la violencia psicológica
Los signos de violencia psicológica a veces son advertidos por terceros, incluso antes de que la víctima sea consciente de ello, pero aunque puedan denunciar, rara vez alguien adopta esta actitud, por lo que, en general, la denuncia la realiza la víctima, cuando reúne las condiciones para hacerlo.
El momento de denunciar es cuanto antes mejor, en cuanto te veas amenazado, humillado o con algunos de tus derechos suprimidos. Así que no esperes a que las cosas vuelvan a la normalidad, porque esto no va a suceder. De hecho, lo más probable es que empeoren mucho más. Por eso es importante actuar rápido.
Cómo probar la violencia psicológica
Aunque un adagio popular dice que no hay crimen perfecto, los casos de violencia psicológica suelen quedar impunes. Esto ocurre tanto por la falta de denuncia como por la falta de pruebas. Las marcas psíquicas que el agresor produce en la víctima son difíciles de recoger como prueba.
Para ello se pueden utilizar muchas pruebas, como: certificados médicos, declaraciones de posibles testigos, grabaciones de voz o huellas dactilares y otras que puedan surgir según la situación.
Cómo denunciar la violencia psicológica
Hay varias formas de denunciar un delito, incluida la denuncia anónima, ya que en este caso la víctima puede ser incapaz de reaccionar. Tras la denuncia, se inicia una investigación y, generalmente, se detiene al agresor. Aunque la denuncia puede presentarse ante la policía militar, lo ideal es acudir a una comisaría especializada o a la oficina del defensor del pueblo.
Sin embargo, la denuncia será más eficaz en una situación de flagrancia o con la presentación de alguna prueba, por lo que a veces puede valer la pena esperar a reunir estas pruebas, siempre que la víctima no corra un peligro mortal.
Cómo ayudar a quienes sufren violencia psicológica
Ayudar a una persona en situación de violencia psicológica es una misión delicada, ya que la víctima suele defender al agresor. El primer paso es acercarse a la persona, mostrándole apoyo y haciéndole reconocer su realidad, sin juzgarla, ya que necesita entender por sí misma lo que está pasando.
Es necesario sortear los sentimientos de vergüenza y pudor para acceder al problema. Demostrar sin imposición que las actitudes del agresor son delictivas y, si es necesario, contar la situación a otras personas del entorno familiar. Aunque la víctima se niegue, intentar hacer algo, porque puede haber perdido la capacidad de valorar la situación.
La creación de la luz roja
En los casos persistentes de violencia psicológica, el agresor suele saber que puede ser detenido y, con el tiempo, intensifica la vigilancia, que también es una forma de agresión. En estos casos, suele haber un aislamiento total o parcial de la víctima.
Para facilitar la denuncia en casos extremos, las autoridades han creado un sistema de alerta muy sencillo: la luz roja. Así, si la víctima se siente incapaz de hablar, puede mostrar una X roja hecha en la palma de la mano incluso en una farmacia, y el personal hará la denuncia.
Identificar a un acosador
Una persona con un agudo sentido de la observación puede identificar a un maltratador si se le da la oportunidad, porque en su intento de disfrazarse, acaba dejando algunas pistas. La violencia psicológica es un delito de acción continuada y, en algún momento, el maltratador puede descuidarse. Siga leyendo para conocer algunas posibles formas de identificar a un maltratador.
El agresor es contradictorio
La víctima de la violencia psicológica suele conocer ya al agresor, aunque se niegue a admitir el hecho, por lo que la identificación positiva del agresor puede ser útil cuando los familiares, los amigos o incluso las autoridades necesiten información que lo corrobore.
Al tratarse de un delito constante, el agresor difícilmente podrá mantener una mentira frente a las preguntas correctas y acabará contradiciéndose. Estas contradicciones recurrentes son suficientes para confirmar la sospecha, iniciando una decisión sobre qué hacer.
El agresor no admite los hechos
La negación de los hechos es una actitud habitual de los delincuentes, que se prolonga hasta que se enfrentan a pruebas sólidas. Así, cuando están en contacto con la víctima, nunca asumirán lo que realmente están haciendo. Lo más probable es que intenten distorsionar los hechos y que sea la víctima la que se sienta culpable.
Sin embargo, alguien ajeno al problema difícilmente se dejará engañar por las negativas cuando hay hechos fáciles de probar, por lo que, presionando correctamente al agresor, se podrá comprobar alguna incoherencia en sus palabras.
El agresor utiliza lo que le gusta a la víctima contra ella
Uno de los objetivos de los actos de violencia psicológica es ejercer un control absoluto sobre la vida de la víctima y, para ello, el agresor utilizará todos los medios disponibles, por muy sórdidos que sean. En los casos de este tipo existe sadismo en la personalidad del agresor.
En este sentido, el miedo a perder algo o alguien importante para la víctima también forma parte del arsenal del bandido. Así, la víctima sufre a veces amenazas de perder todo lo que más quiere, y esto provoca un gran choque en su estado emocional, dejándola cada vez más frágil.
El agresor enfrenta a la víctima con otras personas
Cuando se trata de violencia psicológica, el aislamiento de la víctima se produce de forma natural dentro del proceso. De hecho, si mantiene mucho contacto externo, puede acabar desahogándose con alguien. Además, las personas que la conocen pueden notar cambios sospechosos en su comportamiento.
Para reducir este riesgo, el agresor utiliza la táctica de poner a la víctima en contra de otras personas, incluida su familia. Así, mediante mentiras difamatorias, manipulación de la información y otros medios, la víctima pierde la confianza en las personas, según la voluntad del agresor.
El agresor tiene palabras y acciones positivas que confunden a la víctima
Una de las consecuencias de las acciones de violencia psicológica es la confusión mental, que destruye la capacidad de reacción de la víctima. Pronto se siente totalmente desorientada y cuanto peor sea este estado emocional, mejor para los planes del criminal.
Para mantenerla en esta condición, el agresor puede, al mismo tiempo que la maltrata, decir palabras cariñosas, hacer cumplidos, decir que sólo la quiere bien, etc. Es una paradoja que potencializa la confusión que ya está instalada en la mente de la víctima por su atormentador.
Señales comunes que experimentan las víctimas de la violencia psicológica
Una de las grandes dificultades a la hora de penalizar a un autor de violencia psicológica es la recogida de pruebas, ya que la acción no deja marcas físicas. Sin embargo, a medida que el acto se prolonga, las marcas psicológicas comienzan a aparecer. Sigue leyendo y conoce los tipos de señales que pueden servir para identificar a una víctima de estos actos!
La víctima se siente confundida
Una persona que sufre violencia psicológica está destinada a presentar signos, que se manifiestan a través de su estado emocional. Según la resistencia de la víctima, puede tardar más o menos tiempo, pero los signos aparecerán sin duda.
La confusión mental es uno de estos signos, ya que la persona no puede o no quiere creer lo que está sucediendo. Al no creerlo, tampoco sabe cómo reaccionar y no encuentra una explicación razonable para ello. Estos factores alterarán su forma de expresarse y un observador atento puede notarlo.
La víctima siempre se disculpa
El estado emocional de cualquier persona común se revela a través de sus actitudes, palabras y gestos. La continuidad de los actos de agresión mental instala el terror en la mente de la víctima, que teme ser castigada en todo momento, incluso sin ninguna razón que justifique el castigo.
Debido a esta situación crítica, la víctima siente que debe pedir disculpas a su atormentador para evitar una mayor tortura, por lo que se disculpa por cualquier acto, incluso por acciones insignificantes que, en su mente perturbada, pueden aumentar su sufrimiento. La acción se vuelve automática y puede ser fácilmente percibida por cualquiera.
La víctima no entiende por qué ya no es feliz
El trauma que puede causar la violencia psicológica dependerá de la gravedad del caso, pero también de la capacidad de resistencia de la víctima, que en algunos casos consigue reaccionar y seguir adelante con su vida. Sin embargo, en otros casos, el daño es tan grande que ya no hay momentos felices, sólo dolor y confusión mental.
Aunque no falten bienes materiales o haya buenos sentimientos hacia el agresor, la víctima pierde la sensibilidad por los momentos felices, que con el tiempo se van enrareciendo, hasta desaparecer totalmente.
La víctima siente que solía ser una persona diferente
Las formas de violencia psicológica consiguen, con el tiempo, extraer la vitalidad, la jovialidad, el buen humor y muchas otras características de una persona sana y feliz. La secuencia de acontecimientos transforma a la persona en alguien siempre triste, con la cabeza gacha y la mirada impotente.
Aunque el cambio puede considerarse radical, la forma lenta y progresiva en que se produce acaba por confundir mentalmente a la víctima, que ya no puede volver a ser como antes. Aunque, a veces, puede recordar la forma en que actuaba y vivía antes del inicio de la violencia, esto no dura mucho.
La víctima crea justificaciones para el comportamiento del agresor
Sólo en los casos en los que se produce una reacción rápida y precisa, la persona afectada por la violencia psicológica es capaz de recuperarse completamente. Una vez que la víctima se ha asentado, una serie de razones le harán posponer la reacción. Razones como la dependencia económica, las amenazas contra él o los hijos, entre otras.
Sin embargo, lo más grave es cuando la víctima entiende la violencia psicológica como algo que se merece y empieza a defender al agresor, por lo que piensa que la única forma de aliviar su dolor es quedarse con él, sometiéndose a sus voluntades.
¿Por qué hay que penalizar la violencia psicológica?
La violencia psicológica, cuando se encuentra en una fase avanzada y debido a su naturaleza progresiva, puede causar un daño mucho mayor que la violencia física. Sin embargo, otra diferencia entre ambas es que la violencia física puede ser la consecuencia de una presión momentánea, mientras que la otra necesita tiempo y premeditación para materializarse.
Ambos tipos son igual de crueles y cobardes, y no se justifica en absoluto que sólo se considere delito la violencia física. Sin embargo, esto ya se ha corregido, aunque las penas siguen siendo poco severas para estos actos viles. Lo que hay que hacer, ahora, es educar a la gente con sentido de la responsabilidad y del amor al prójimo.
Los casos de violencia, tanto física como psicológica, no hacen más que aumentar como consecuencia de un sistema que fomenta el egoísmo y el distanciamiento entre las personas. Lo que le falta al mundo es el sentimiento de fraternidad bajo el aspecto divino, que haría a todas las personas iguales.