Esta es una historia que vi hace unos cinco años mientras trabajaba como vendedora en la tienda de ropa para mujer. Cómo parte de mi trabajo, le mostraba a las clientas la ropa que mejor les podía quedar, les armaba conjuntos y les daba ideas de cómo lo podían usar. Casi siempre era un trabajo muy entretenido, lo que me emocionaba mucho.
Con el tiempo pude notar que tenía dos tipos de clientas: las que iban solas a probarse la ropa, ellas casi siempre compraban algo y las que iban con toda la familia, que muchas veces te decían “ahorita de regreso”. En ese segundo caso es dónde sucede la historia.
La tienda se especializaba en ropa para mujeres Curvy, mujeres que deseaban verse elegantes, sensuales y femeninas sin importar la talla que usaran, por lo que los cortes eran bastante novedosos para la apreciación estética que teníamos 2015. Telas elásticas, resistentes que se amoldaban al cuerpo enfatizando la cintura y las caderas. Vestidos midis con escotes que llevaban la atención al rostro. En fin, la ropa había sido diseñada para que su usuaria se sintiera muy guapa.
Entonces, cuando entró una familia con dos hijas adultas jóvenes, papá de apariencia tradicional y mamá, me acerqué a saludarlos para iniciar mi rutina de venta. Y fue ahí que las hijas se me adelantaron tomando todos los vestidos, lo que después de un rato entendí que eran para la mamá. La mamá era un mujer de apariencia tímida y sencilla. Se le notaba muy incómoda con toda la situación, mientras las hijas daban vueltas cargando los ganchos y el esposo descansaba en uno de los sillones afuera del probador.
En vista de que no necesitaban mi ayuda, me quedé observándolos la escena. Las hijas no dejaban de opinar, mientras la señora se limitaba a cambiarse de ropa y salir del probador cada vez más incómoda. Por un lado eso vestidos no iban con su personalidad, las telas elastizadas en colores brillantes no son para todos y por otro lado ella nunca tuvo oportunidad de dar su opinión o decidir sobre lo que le gustaba.
Por último, después de reducir sus opciones, quién se quedó con la última palabra fue el papá. Las hijas le llevaron las opciones para eligiera qué vestido iban a comprar. Lo que eligió fue un vestido gris oscuro 3 tallas más grandes de las que necesitaba la señora.
Esta historia es más común de lo que podemos imaginar. Por lo que la considero pertinente para reflexionar, ¿Cuántas mujeres tienen la oportunidad de elegir sobre su apariencia o sobre los aspectos que influyen en su vida?.
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